Le decían el empresario ejemplar del sureste. Se hizo el dueño de uno de los bancos privatizados: Unión Cremi. Carlos Cabal Peniche financiaba campañas del PRI, acompañaba a los presidentes en sus giras y compraba lo que le pasaba por enfrente con dinero del banco. Hasta que cayó, y cuando cayó, huyó con tanto dinero que la Interpol lo siguió cuatro años alrededor del mundo hasta encontrarlo.
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